No cabe duda de que reír y sonreír es bueno para la salud tanto física como mental. Una forma divertida de provocar la risa es a través de las cosquillas. Hacer cosquillas busca el acercamiento y el contacto físico, especialmente con los niños, y nos lleva a momentos divertidos.
Existen dos tipos de cosquillas: las suaves y ligeras, conocidas como knismesis, que generan una sensación de picor pero no suelen provocar risa; y las cosquillas más intensas, llamadas gargalesis, que sí producen risa cuando se hacen en zonas específicas del cuerpo.
Estudios indican que generalmente podemos experimentar una de estas sensaciones a la vez, ya que los receptores sensitivos de la piel y las vías nerviosas asociadas son diferentes.
Las cosquillas de tipo gargalesis, es decir, las que provocan risa, son más complejas que las suaves. Se ha descubierto que la risa causada por las cosquillas es más bien resultado de un comportamiento social que un reflejo. Además, al provocar cosquillas intensas, entran en juego elementos de dominación y sumisión.
Las cosquillas intensas solo ocurren cuando se provocan en ciertas partes del cuerpo, como la planta del pie, las axilas, el cuello y la barbilla. Desde el punto de vista del comportamiento, ocupan un lugar único al ser la única forma de contacto que nos hace reír.
Nuestro cerebro interpreta un estímulo táctil propio como menos amenazante que uno externo, lo cual se aplica también a las cosquillas, tanto suaves como intensas.
Un estudio reciente buscó caracterizar la fisiología de las cosquillas intensas y su supresión a través de la autoestimulación. Se concluyó que la experiencia de las cosquillas se correlaciona con los cambios fisiológicos, la duración y la vocalización.
Cuando una persona intenta hacerse cosquillas a sí misma mientras recibe cosquillas de otra persona, la sensación disminuye y la vocalización se retrasa. Esto indica que, en general, cuando nos tocamos, se activa en nuestro cerebro un mecanismo de inhibición y supresión de la vocalización.