El concepto de “brecha digital” no es nuevo y se ha hablado de ello durante más de una década, pero su relevancia se ha intensificado con la pandemia, el cierre de escuelas y el confinamiento. Aunque la preocupación más comúnmente conocida es si se tiene acceso o no a la tecnología, esta ya no es la principal preocupación. Las administraciones han estado trabajando en resolver esta cuestión y, aunque aún no ha desaparecido por completo, se espera que lo haga pronto. Es cierto que casi todos los adolescentes catalanes tienen acceso a Internet a través de su smartphone, pero esto no significa que la brecha digital haya desaparecido; en realidad, se abren nuevas brechas.
Según Héctor Martínez, técnico de proyectos de Equidad Digital de la Fundació Bofill, existen otras dos dimensiones menos conocidas y aún sin resolver de la brecha digital: la competencial -una vez que se tiene acceso a la tecnología, ¿se sabe cómo usarla?- y la más difícil de resolver, el empoderamiento: cómo hacer que la tecnología genere oportunidades en lugar de propagar la desinformación y los mensajes de odio, algo que está sucediendo de manera alarmante.
Un informe realizado por la Fundación Luca de Tena revela que el 74% de los profesores en España perciben que sus alumnos están desinformados y un 67% considera que no se han invertido recursos en impartir alfabetización mediática en las aulas. Esto demuestra la importancia de abordar el problema de la desinformación en la educación.
Con el proyecto Centres Desfake, la Fundación Bofill y Verificat buscan brindar a los docentes y adolescentes herramientas para diferenciar entre una noticia real y una “fake news”. Esto es crucial, ya que los jóvenes están expuestos a grandes volúmenes de información de baja calidad e incluso malintencionada, lo que contribuye al aumento de los discursos negacionistas y la reproducción acrítica de los mensajes de influencers mimados por los algoritmos.
Es fundamental problematizar la desinformación y trabajar en estrategias de alfabetización mediática e informativa para cultivar la actitud crítica de los estudiantes frente a la información que reciben. Esto implica que los educadores conozcan los hábitos informativos y las referencias de sus alumnos, y que los estudiantes aprendan a detenerse ante la información, cuestionar su origen, contrastarla con fuentes expertas y examinar las pruebas que respaldan los hechos.
La educación mediática e informativa es un derecho esencial en la equidad educativa, y es urgente actuar para abordar el problema de la desinformación en los jóvenes. El proyecto Centres Desfake ya ha sumado la participación de 10 centros y 43 docentes, demostrando el interés y la necesidad de abordar este tema en las aulas.
Fuente: El Periódico