La visita del Papa Bergoglio al político Aragonés ha suscitado interrogantes sobre la influencia de la diplomacia vaticana en España. Tradicionalmente, se ha considerado astuta y cautelosa, capaz de salvaguardar los intereses materiales y espirituales de la Iglesia sin comprometer su posición. Sin embargo, la recepción de Aragonés, conocido por su participación en el golpe de Estado de 2017, plantea dudas sobre la dirección de España y su futuro.
Aragonés forma parte de Esquerra Republicana de Cataluña, un partido que se unió al genocidio contra los católicos durante la Guerra Civil. Aunque la historia registra cifras estremecedoras de asesinatos cometidos por este partido, la Iglesia Católica ha pedido perdón por muchos actos, mientras Esquerra Republicana de Cataluña no ha mostrado ningún arrepentimiento.
Resulta sorprendente que el Papa no exija a Aragonés que reflexione acerca de los crímenes cometidos por su partido. Si bien el Papa beatifica y santifica a los mártires, no se le ha oído pedir un acto de penitencia a quienes perpetraron dichos crímenes, incluyendo a Esquerra Republicana de Cataluña.
Además, Aragonés ha regalado libros al Papa, entre ellos uno de Juan Maragall y otro de Jacinto Verdaguer, escritores vinculados al separatismo. Maragall, por ejemplo, tuvo interés en los escritos de Ramiro de Maeztu, un intelectual fusilado por los republicanos en 1936.
La diplomacia vaticana parece pasar por alto estas cuestiones y ha recibido a Aragonés durante 40 minutos, en un momento en el que España atraviesa una crisis política y social. Posteriormente, el Papa experimentó una indisposición que le impidió reunirse con el Consejo de Rabinos de Europa.
Todo esto plantea la pregunta: ¿en manos de quién estamos en España y en otras sedes de la fe y la esperanza de muchos españoles? La relación entre la diplomacia vaticana y España sigue siendo un tema de interés y reflexión para el futuro de nuestro país.